Natalia (nombre ficticio) tomó la decisión de no regresar a la clase. No fue por elección, sino por miedo. Después de meses de insultos, amenazas y agresión física por parte de algunos compañeros de clase, esta joven cacereña abandonó el centro educativo. Su madre lamenta: «Tienes que ir a estudiar porque no puedes aquí. No puedes, no lo haces. No lo quieres. Y me parece una pena que el niño acosado tenga que ir.»
Amenazas y agresión
Los mensajes eran claros y constantes. «No me conoces, lindo … pero prefiero que no me conozcas por el mal, porque como me conoces por el mal, los tendremos muy gordos», enviaron los acosadores. Las amenazas no quedaron solo en palabras. La familia asegura que Natalia ha sufrido agresiones, como encontrar pegamentos en su silla o hallar cristales y piezas de cerámica en su mochila, con la clara intención de causar cortes al poner la mano.
El hijo de la familia denunció los hechos a la Guardia Civil, que recomendó presentar una queja debido a la gravedad de la situación. Desde entonces, se activó el protocolo de acoso, aunque el niño no se siente seguro para continuar en el mismo centro.
Protocolos de acoso
Desde asociaciones como la asociación contra el acoso de Cáceres, su portavoz, Maribel Mendoza, argumenta que los protocolos de acción son más ágiles: «que no es tan lento, porque se cansan de las familias y al final.»
Según los datos del Ministerio de Educación, se reportaron casos de acoso o ciberacoso el año pasado, aunque se presentaron 119 quejas.
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